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Ahorros Que Se Transforman en Vida

15 marzo, 2013

Español

Por Alejandra Narváez, Especialista en Comunicaciones, Pro Mujer en Nicaragua

En una humilde vivienda hecha de latas y con piso de tierra en las inmediaciones de Villa Reconciliación, en Managua, Nicaragua, habita Beatriz Espinoza, de 34 años, con sus seis hijos. La zona donde vive es pobre y conflictiva y ella se mantiene gracias a una venta de verduras, gaseosas y “snack”, a la que la gente llama “El Mercadito”.

Hace unos años Beatriz no tenía donde trabajar y mucho menos recursos para montar su propio negocio. Pero todo cambió cuando se convirtió en clienta de Pro Mujer en Nicaragua.

Originaria de San Miguelito, municipio de Río San Juan, Beatriz tiene sueños que espera cumplir pronto, como volver a San Miguelito, conocer el mar, comerse una hamburguesa e ir al cine por primera vez. Dice que desde niña le tocó vivir una vida difícil, llena de trabajos tanto en el campo como en el pueblo y después en la ciudad, donde emigró en busca de mejores oportunidades.

“Por maltrato físico de mi propia  familia,  a los 15 años de edad me vine a Managua. A los 16 tuve a César y a los 17 a Jonatán, mis dos hijos mayores. Su padre nos abandonó en 1996  durante mi segundo embarazo”, recuerda Beatriz.

Cuando César cumplió dos años, fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica, una enfermedad desconocida para Beatriz.

“Tenía 18 años y no sabía qué hacer. Me dije ‘buscaré dinero  y lo llevaré lejos a curarlo’. No  comprendía que su enfermedad estaba en su sangre que era un síndrome y no podía extraerlo”, dice.

En búsqueda de mejores condiciones, y para sufragar el tratamiento de su hijo, Beatriz unió su vida con otra pareja con quien tuvo dos niñas y dos niños gemelos. “Pero me salió peor  la cura que el veneno”, dice. “Al final seguí luchando sola. Me convertí en padre y madre para mis seis hijos”.

Beatriz Espinoza y Familia en Nicaragua. Pro Mujer.

Posando frente a “El Mercadito” de izq. a der.: Jonatán Velázquez, Cindy López Espinoza, Beatriz Espinoza y Yorlin Montalbán. Frente: Cristofer López, Eric David López y César Velázquez.

Con cinco menores para cuidar, no fue fácil para Beatriz lidiar con la enfermedad de César. “En  el hospital le empezaron un tratamiento y necesitaba un cuarto en la casa condicionado para él solo. Entonces fue cuando una hermana de la iglesia me habló de Pro Mujer”, dice.

Beatriz se convirtió en clienta de Pro Mujer en el 2010  y recibió un crédito inicial de $80 dólares con el que inició la construcción del cuarto para su hijo y empezó su negocio de verduras y frutas.

Beatriz siempre mantuvo la esperanza y los medios económicos para sobrevivir. “Mi hijo iba muriendo y no podía salir a trabajar a la calle. Durante ese proceso recibí un segundo crédito de Pro Mujer por $120 y así fui surtiendo mi negocio. Ahora vendo frutas, verduras, gaseosas. Eso sí, a Pro Mujer no le fallo porque sin tener nada de garantías, me ayudaron cuando más lo necesitaba”, dice.

Mientras tanto, César sobrevivía conectado a una máquina que limpiaba su sangre, hasta que el año pasado los médicos le hablaron a Beatriz sobre la posibilidad de realizarle un trasplante renal a su hijo.

“Ahí es cuando entró en juego el ahorro de dos años en Pro Mujer. Hice todas las gestiones y me apoyaron. Hicieron una excepción para devolverme mis ahorros”, dice. “Era urgente que César y yo nos hiciéramos una serie de exámenes fuera del país para saber si éramos compatibles y yo poder donarle uno de mis riñones”.

Beatriz escribió a Pro Mujer una conmovedora carta sobre su situación y no solo recibió $500 dólares de sus ahorros sino también la ayuda de las colaboradoras de Pro Mujer que conocían del caso.

El 7 de noviembre pasado, después de 17 años de lucha, César recibió uno de los riñones de su madre. “Estoy muy agradecido con Pro Mujer y con mi madre que me regalaron esta oportunidad de vida”, dice César, quien planea retomar sus estudios de secundaria.

La vida de Beatriz continúa. Es la presidenta de la Asociación Comunal “La Dalia” en Villa Reconciliación. Su negocio crece y con las ganancias alimenta a sus hijos, les compra ropa y los apoya en sus estudios. Jonatán está cursando segundo año de Ingeniería en la Universidad Nacional de Nicaragua. Sus dos niñas están a punto de finalizar la secundaria y los niños gemelos están en cuarto grado de primaria.

“En mi nombre y el de mi hijo César quiero dar las gracias a Pro Mujer por haberme apoyado en el momento más difícil de mi vida, cuando ya no había esperanza para él. Hoy tiene otra oportunidad de vivir”, dice Beatriz. “Siempre estaré agradecida con ustedes”.