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Conversando con Lynne Patterson, co-fundadora de Pro Mujer

6 julio, 2023

Blog, Media & Press

Pro Mujer, nació en El Alto, Bolivia en 1990, luego de que dos educadoras se unieran con un sueño en común: Transformar la vida de la próxima generación apostando por las mujeres como agentes de cambio y amplificadoras de bienestar social. 33 años después, el staff de Pro Mujer disfrutó de un encuentro virtual con Lynne Patterson, co-fundadora de la organización, quién compartió sus aprendizajes, motivaciones e inspiró a todo el equipo. Te invitamos a leer un resumen de la charla.

En un contexto de discriminación y rezago social para las mujeres y las poblaciones vulnerables de El Alto, Bolivia, en 1989 las educadoras Lynne Paterson y Carmen Velasco se unieron en un sueño común: Transformar la vida de las infancias y las juventudes bolivianas apostando por las mujeres como agentes de cambio y amplificadoras de bienestar social.

“El espíritu fuerte y luchador de las mujeres intensificó nuestro profundo deseo de cambiar su realidad y el futuro de las próximas generaciones. El principio no fue sencillo, pero nuestro compromiso con ellas nos incentivó a trabajar día y noche, contra viento y marea. Las mujeres fueron nuestras maestras y nuestra inspiración”, sostuvo Lynne Patterson, durante la reunión virtual con el  equipo de Pro Mujer, que hoy asciende a 1.400 personas alrededor de América Latina. Patterson rememoró los tiempos en los que Pro Mujer era todavía un proyecto naciente, sin mucha estructura, pero con el objetivo claro de servir a las mujeres para que éstas lograran mejorar sus condiciones de vida e impactar positivamente a sus familias y comunidades. 

Los primeros grupos que Lynne y Carmen lograron reunir, se construyeron como redes solidarias en las que las mujeres más vulnerables recibían donaciones de alimentos. Sin embargo, poniendo sus capacidades técnicas al servicio de su proyecto, las educadoras comenzaron a brindar capacitaciones para ofrecer a las mujeres herramientas que les permitieran transformar su autopercepción y lograr el empoderamiento.

Poniendo en el centro a las mujeres y sus necesidades, Lynne y Carmen comenzaron a llevar a cabo procesos asamblearios en donde pequeños grupos de mujeres abrían su corazón para compartir con ellas la extrema situación de desigualdad que vivían. “Las mujeres hablaban sobre sus metas, problemas, anhelos y sentimientos. Estábamos escuchando mujeres que nunca habían sido escuchadas”, comenta Lynne. Este espacio seguro, que cumplía una función de refugio, impulsaba la creación de ideas y soluciones que podían ayudarlas a mejorar sus vidas. 

“El apoyo y aliento que se generaba entre los grupos de mujeres, provocó el crecimiento de nuestra red de usuarias. La confianza en nuestra organización creció y las mujeres destacaron su necesidad de obtener fondos, créditos para lograr salir adelante y materializar lo aprendido”.

Tras ese proceso, las educadoras identificaron dos necesidades latentes, la primera era habilitar el acceso a capital de las mujeres para que pudieran liderar una actividad productiva y la segunda, ofrecerles servicios de salud, ya que por la exclusión que atravesaban en aquel momento, muchas preferían no acercarse a las instancias de atención pública.

Incentivadas por la resiliencia de las mujeres de El Alto, Lynne y Carmen viajaron a Bangladesh para aprender sobre microfinanzas solidarias, un exitoso modelo ejecutado por el economista Muhammad Yunus. Así lograron lanzar el modelo de la Banca Comunal, grupos de solidaridad en los que las mujeres tenían la oportunidad de acompañarse en el proceso de adquisición y pago de deuda, bajo las reglas de fiabilidad y colaboración. “Las mujeres se apoyaban y se tenían las unas a las otras. Entre ellas fomentaban el espíritu de comunidad y ayuda mutua”, recuerda Lynne. 

El éxito de Pro Mujer en Bolivia fue rotundo y su modelo holístico e integral se extendió a diferentes países latinoamericanos. En 1996 aterrizamos en Nicaragua, seguido por México (2001), Argentina (2005), y finalmente desembarcamos en Guatemala en 2022, apostando por una expansión de nuestra huella geográfica que, además, impulsó la llegada de Pro Mujer al sureste de México.

Con cada ingreso a un nuevo país, la organización se encarga de adaptar sus servicios y productos, adoptando una mirada interseccional que permite satisfacer las demandas de las mujeres locales.

Con 33 años de trayectoria, Pro Mujer continúa trabajando por avanzar hacia la igualdad de género en América Latina. A lo largo de nuestra historia, desembolsamos 4.4 mil millones de USD en créditos, ofrecimos 10 millones de servicios de salud, e impactamos en más de 2.5 millones de mujeres.

Tan solo en 2022, impactamos en la vida de +460 mil personas, desembolsamos $324 millones USD en créditos, +220 mil mujeres accedieron a las oportunidades de desarrollo de habilidades y +400 mil a nuestros servicios de salud.

“El camino recorrido ha sido una aventura inimaginable. Ser parte de una organización que cambió la vida de miles de mujeres, me llena de orgullo. Si bien queda mucho por recorrer, la pasión y el compromiso llevarán lejos a este gran equipo”, concluye Patterson.