Por | Carmen Correa, CEO Pro Mujer
Ninguna de las personas que está leyendo esto hoy va a alcanzar a vivir en un mundo con paridad de género. Ni sus hijas, ni sus nietas o nietos… habría que esperar al menos cinco generaciones -según el último Global Gender Gap Report publicado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) el pasado junio- para que mujeres y hombres tengan acceso y participación equitativa en aspectos sociales, económicos y políticos.
Desde que el WEF empezó a medir las estadísticas relativas a la brecha de género en 2006 ha habido muchos cambios y, aunque ningún país ha llegado a la paridad total, el 97% de los que fueron incluidos en la edición de este año han cerrado más del 60% de sus brechas. Hoy, la brecha mundial está cerrada en un 68.5%.
Y sin embargo, a escala macro, esto no ha significado mucho: la brecha de género global solo se cerró un 0.1% en el último año, y se ha cerrado en el mismo porcentaje desde 2006. La cifra es clara y el panorama, nublado. A pesar del esfuerzo, como humanidad, no hemos logrado cambios sustanciales de un año a otro y las crisis, que no ceden, también hacen que se pierdan los logros alcanzados, pues no es un secreto que las personas más vulnerables son quienes más se ven afectadas en tiempos turbulentos.
Que la paridad de género sea uno de los temas más relegados dentro de las acciones de transformación social genera una paradoja de la que es difícil salir: dejar a las mujeres y a las niñas por fuera del desarrollo económico y social no solo afecta su futuro, sino el del planeta, y reduce nuestra capacidad de enfrentar los desafíos actuales y los futuros.
Reduce, incluso, nuestra capacidad de recuperarnos de las crisis: un estudio de LinkedIn citado en el Reporte indica que, aunque la contratación de mujeres en roles de liderazgo se reduce en condiciones económicas difíciles, entre mayor representación de mujeres haya en la fuerza laboral, mayor resiliencia hay para superar los reveses económicos.
El hecho de que los sectores político y económico son los que están más lejos de cerrar la brecha de género no lo hace más fácil, pues tienen la capacidad de ralentizar el progreso de los demás sectores. Por ejemplo, las proyecciones del WEF respecto a las tasas crecimiento económico que involucre a mujeres son las menores de los últimos 30 años, y se espera que el desempleo aumente sobre todo en las economías más débiles, cifra que ya hoy afecta desproporcionadamente a las mujeres. Incluso en terrenos que en informes anteriores habían resultado prometedores, como el del liderazgo femenino en los negocios, las cifras se deterioraron pasando de un 37.5% a un 36.4% entre 2023 y 2024.
Todo esto podemos tomarlo como algo desalentador, o como gasolina para seguir impulsando nuestro trabajo. Yo elijo hacer lo segundo. ¿Y qué podemos hacer? Lo primero: la igualdad de género requiere oportunidades y recursos, no solo económicos sino en términos intelectuales, políticos y sociales. Solo un movimiento fuerte, un cambio de ‘mindset’ que priorice los esfuerzos colectivos entre gobierno, empresas y sociedad civil podrá hacer que logremos reducir ese número desalentador de 150 años y hacer que una sociedad igualitaria sea posible.
Nuevos paradigmas como la inversión con enfoque de género, las economías del cuidado, la economía plateada o la tecnología, representan territorios fértiles para que las mujeres y otros sectores que han sido históricamente subrepresentados accedan a más oportunidades de desarrollo personal y laboral y, así, impulsen el crecimiento de todas las regiones.
Si queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible que nos trazamos como sociedad para 2030, es innegociable redefinir lo que entendemos por economía, mercado laboral y los sistemas en general, para que estos se conviertan en verdaderos potenciadores de las habilidades de todas las personas por igual, y les permitan a todas las personas una vida digna y disfrutable.
Desde Pro Mujer, elegimos seguir trabajando para impulsar la equidad de género en América Latina para que, en mucho menos tiempo de lo que esperamos, podamos decir “ninguna de las personas que está leyendo esto puede imaginarse un mundo sin paridad de género”.