A paso firme, las mujeres siguen forjando su camino en roles de liderazgo. Si bien se han alcanzado avances en los últimos años, su presencia en estos puestos decisivos aún enfrenta disparidades. Según una investigación realizada por Grant Thornton International, a nivel mundial, únicamente el 32,4% de los puestos de alta dirección en empresas medianas están ocupados por mujeres, un aumento de medio punto porcentual desde 2022 y 13 puntos desde que se realizó su primera investigación en 2004. El panorama en América Latina es aún más desalentador, donde los directorios cuentan con un 15% de participación femenina y tan solo en el 11% de las empresas el puesto de gerente principal está ocupado por una mujer (BID).
A este ritmo, solo el 34% de los puestos de liderazgo senior estarán ocupados por mujeres en 2025, perdiendo grandes oportunidades a nivel empresarial y económico, ya que a lo largo de 15 años, diversos estudios han demostrado que existe una relación directa entre un mayor nivel de mujeres en puestos directivos y un mayor rendimiento de los fondos propios, una mayor rentabilidad, menor incidencia del fraude y una mejor gestión del riesgo (Parallelle)
Para profundizar sobre el tema, el panel Mujeres al Poder: Liderazgo que Transforma, reunió a cuatro mujeres referentes: Marlene Molero Suárez, CEO y Co-fundadora de ELSA, Daniela Konietzko, presidenta de Fundación WWB Colombia, Luz Marina Velasquez, Vicepresidenta de Talento Humano en Seguros SURA Colombia y Ana Demel, Presidenta Junta Directiva, Pro Mujer.
Ana Demel, moderadora del encuentro, lo afirma: facilitar el crecimiento de las mujeres es un “Win-Win”. El empleo de las mujeres es el motor principal del crecimiento, pero las barreras persisten y perpetúan las brechas existentes.
Daniela Konietzko, en representación de Fundación WWB Colombia, organización que trabaja hace 40 años por cerrar brechas de desigualdad, e impulsa la participación activa de las mujeres en el desarrollo económico, compartió sus aprendizajes con el público. Habló sobre aquellas trabas autoimpuestas y un fenómeno muy común, el síndrome del impostor, aquel sentimiento que hace imposible a la persona creer en su propia competencia. “Nosotras mismas somos la mayor barrera muchas veces; el miedo, pensar que no lo iba a lograr, que no tenía la capacidad”.
Sin embargo, más allá de estas limitaciones que también son resultado del paradigma actual respecto al género, las mujeres enfrentan barreras sistémicas que limitan su bienestar e inciden en su capacidad para desarrollarse profesionalmente.
Luz Marina Velasquez, de Seguros SURA Colombia, destacó un punto central que impacta la vida de las mujeres en todos sus aspectos, la violencia basada en género. Este tipo de violencia puede manifestarse de diversas formas, desde acoso sexual en el lugar de trabajo o violencia intrafamiliar. “En Grupo SURA, donde el 73% del equipo está conformado por mujeres y hay un mayor porcentaje femenino en el equipo de liderazgo, nos centramos en cómo se está sintiendo la mujer, cómo están sus relaciones afectivas, etc., mediante un diagnóstico sociodemográfico. Gracias a esto, notamos que asuntos como la violencia intrafamiliar prevalece y muchas veces se calla. Tener esta mirada contextual, ha sido fundamental para observar cómo se sienten las mujeres en todos los ámbitos de su vida”, afirma Luz Marina Velasquez.
Marlene Molero Suárez, CEO y Co-fundadora de ELSA, plataforma líder para prevenir el acoso sexual laboral y construir espacios seguros en organizaciones, hizo énfasis en el acoso laboral y la violencia de género, así como el rol de cuidadoras que tienen las mujeres. “La violencia puede darse en entornos extra laborales, pero afecta directamente el empleo. Las personas no podemos desasociarnos y esa imposibilidad es mucho más latente en el caso de las mujeres, donde lo privado y lo público conviven. Además, tengamos en cuenta que, si las mujeres no están en el mercado laboral remunerado, es porque están cuidando. En muchos casos se ha podido evidenciar que en cierto momento etario está la fuga, precisamente en la edad de la maternidad, con hijos pequeños o pensando en tenerlos”.
Por su parte, Ana Demel, hizo hincapié en un hito sucedido este año, cuando Claudia Goldin fue nombrada ganadora del Premio Nobel de Economía 2023 por sus estudios sobre las brechas salariales y de participación laboral entre mujeres y hombres. Su investigación puso en manifiesto que las cargas desproporcionadas de trabajos de cuidado implican un gran obstáculo, y la necesidad de distribuir de manera equitativa el reparto de las tareas domésticas y de crianza, es crucial.
“El equilibrio en los roles de cuidado aún no existe, todavía tenemos que ser muy perfectas en todos los entornos, cumpliendo y respondiendo a todas las demandas a la vez. Yo creo que el reto es romper con los estereotipos. Generar conversaciones y lograr que los hombres sientan la confianza de asumir ese rol de cuidador del hogar y equilibrar las cargas”, sostiene Luz Marina Velasquez.
Es claro, las mujeres aún no han logrado romper el techo de cristal impuesto, aquella segregación vertical que no les permite acceder a puestos de decisión. Si bien la justificación económica de la presencia femenina en los directorios es concluyente y las pruebas indican una relación positiva entre la participación de mujeres en posiciones de liderazgo y el rendimiento económico de las empresas, las barreras por derribar son múltiples. “El problema de la equidad de género no es un problema de las mujeres, sino es un problema en la sociedad y la tenemos que atacar entre todos”, proclamó Daniela Konietzko para cerrar.
Desde el Foro GLI Latam, se buscó invitar al ecosistema a colocarse los lentes de la inversión con enfoque de género, para incorporar políticas de inclusión y diversidad que incentiven la presencia de mujeres en puestos de liderazgo y la adopción de un enfoque de gobernanza inclusiva con perspectiva de género. Una junta directiva incluyente, recibe ideas diversas, toma decisiones acertadas y fortalece la cultura.
