En un contexto global marcado por transformaciones aceleradas, la creciente participación de mujeres en roles de liderazgo se ha consolidado como un factor clave para el éxito organizacional. En 2023 se alcanzó un récord: 10.6% de las CEO en las empresas Fortune 500 eran mujeres, y si bien sigue siendo bajo, es un incremento significativo respecto al 6.6% registrado en 2019. Este avance refleja un cambio más amplio en las dinámicas laborales y sociales, impulsado por la adopción acelerada de tecnología y las nuevas expectativas de las personas trabajadoras.
A pesar de los avances significativos en la participación de las mujeres en la vida pública y económica, hoy presenciamos un preocupante retroceso en materia de igualdad de género a nivel global. En muchos países se están impulsando narrativas que buscan frenar o revertir los logros conquistados por los movimientos de mujeres y disidencias.
La igualdad de género se encuentra en una encrucijada crítica. Los derechos de mujeres y niñas enfrentan amenazas sin precedentes, desde un aumento de la discriminación hasta el debilitamiento de protecciones legales, además de la reducción de fondos destinados a programas e instituciones que promueven y resguardan la equidad. Esta reacción no es un fenómeno aislado, sino un patrón global que exige respuestas articuladas y decididas.
A nivel global, las mujeres representan apenas el 27% de los puestos en juntas directivas (Deloitte), y solo el 62% de las decisiones empresariales se toman actualmente con participación directa de mujeres como de hombres. Esto indica que las empresas aún tienen la posibilidad de mejorar sus prácticas de toma de decisiones inclusivas en un 60% (McKinsey), lo que representa no solo una deuda de igualdad, sino una oportunidad estratégica desaprovechada.
Además, las mujeres siguen ganando en promedio un 20% menos que los hombres (ONU Mujeres) y enfrentan mayores probabilidades de desempeñarse en trabajos informales, precarios o no remunerados. Las cifras reflejan un estancamiento preocupante: solo el 63% de las mujeres de entre 25 y 54 años forma parte de la fuerza laboral, frente al 92% de los hombres (ONU Mujeres). Esta brecha no solo es una cuestión de justicia social, sino también una pérdida de talento y potencial para nuestras economías.
En el Foro GLI Latam 2025, lideresas destacadas compartieron sus trayectorias, los desafíos que han enfrentado y las estrategias que han implementado para abrir camino. Coinciden en que la diversidad de género no solo es un imperativo ético, sino también un catalizador probado de rentabilidad e innovación. Sus voces inspiran a nuevas generaciones de mujeres a avanzar con determinación, reafirmando que el liderazgo inclusivo es el futuro.
Mujeres en política: la paridad como deuda pendiente
Como señala María Noel Vaeza, desde ONU Mujeres, “los dos temas fundamentales son voluntad política y presupuesto.” Sin estos pilares, los compromisos con la equidad quedarán en meras declaraciones. Entonces es urgente preguntarnos: ¿quiénes están tomando las decisiones? La respuesta sigue siendo clara y preocupante: la representación de las mujeres en los espacios de poder público sigue siendo insuficiente en todo el mundo.
La participación plena e igualitaria de las mujeres en la política no es solo una cuestión de derechos humanos, sino una condición indispensable para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de aquí a 2030. Sin embargo, los datos reflejan que estamos aún lejos de lograr la paridad:
- Solo 87 países han sido dirigidos por una mujer en toda la historia (ONU Mujeres)
- A nivel mundial, las mujeres ocupan apenas el 23% de las carteras ministeriales, el 27% de los escaños parlamentarios, y el 37% de los cargos en los cuerpos legislativos locales (ONU Mujeres)
Estos números hablan de un sistema que aún no refleja la diversidad ni la equidad que nuestras democracias deberían garantizar. A pesar de los avances en algunos países, el progreso ha sido lento, y en muchos casos, reversible.
Como señala María Noel, “necesitamos más voluntad política —y lamentablemente, de los hombres, porque son quienes hoy detentan el poder—. Por eso es clave seguir alzando la voz, no solo en la política, sino en todos los sectores.”
La subrepresentación femenina en la política no es casual, es el resultado de múltiples barreras. Romper estos techos y abrir camino a una participación efectiva exige transformar las reglas del juego. Porque cuando las mujeres están en el poder, se impulsan leyes más inclusivas, se priorizan políticas sociales y se amplía la mirada sobre lo que realmente importa en la vida de las personas. Su presencia no solo enriquece la democracia: la fortalece.
Mujeres en posiciones de liderazgo: abrir, sostener y multiplicar caminos
Avanzar en la participación política de las mujeres es fundamental, pero el desafío de la equidad también se extiende al mundo corporativo, empresarial y social. En América Latina, solo el 14% de los cargos directivos están ocupados por mujeres (Deloitte), un dato que evidencia la persistencia del “techo de cristal”: esas barreras invisibles que impiden a muchas mujeres acceder a puestos de toma de decisión, pese a su talento y preparación.
“El liderazgo femenino sigue enfrentando múltiples desafíos, incluso cuando más mujeres acceden a espacios estratégicos. Estas dificultades no solo provienen de barreras estructurales, sino también de factores culturales y económicos que continúan limitando su crecimiento. Los estereotipos sobre el liderazgo ejercido por mujeres persisten en muchas industrias, generando una presión adicional: no solo deben liderar, sino también demostrar constantemente su capacidad para ser reconocidas. Esta exigencia constante refleja la profundidad de los sesgos que aún debemos desarraigar.” – María Elena Gallego, CEO del Grupo Collection International.
Como lo expresa Mariuz Calvet, directora de sostenibilidad en Santander México, “Es fundamental involucrar a los hombres en las empresas para impulsar el cambio cultural. Hoy, la mayoría de los puestos de liderazgo están ocupados por hombres, muchos de los cuales actúan desde sesgos inconscientes que afectan decisiones clave, como la promoción de talento. A menudo descartan a excelentes candidatas sin darse cuenta, influenciados por estereotipos profundamente arraigados. Por eso, debemos trabajar intensamente en promover nuevas masculinidades y transformar patrones culturales que siguen limitando la equidad dentro de las organizaciones.”
En este sentido, el enfoque de género en las organizaciones necesita pasar de la inspiración a la acción. Iniciativas como Gender Knowledge Lab, el área de consultoría de Pro Mujer especializada en brindar asistencia técnica a empresas y organizaciones públicas y privadas, acompañándolas en la integración de la perspectiva de género en el continuo de sus operaciones, permiten crear sistemas que no solo atraigan mujeres, sino que les permitan permanecer, crecer y liderar.
Los datos son contundentes:
- Un estudio del ILO revela que más del 60% de las empresas con diversidad de género y una cultura organizacional inclusiva reportan mayores niveles de rentabilidad y productividad.
- Equipos diversos toman mejores decisiones el 87% de las veces, y obtienen un 60% más de resultados positivos, además de generar 19% más ingresos a partir de la innovación.
- Según McKinsey, en América Latina, las y los empleados de empresas comprometidas con la diversidad permanecen en ellas un 12% más de tiempo que quienes trabajan en organizaciones que no priorizan esta agenda
Esto no solo valida la urgencia ética de la inclusión, sino también su valor estratégico y económico.
El camino hacia el liderazgo no termina con alcanzar una posición de poder. Se trata también de permanecer, de transformar y de sostener el espacio para que otras mujeres también puedan llegar. Como bien lo expresa Vanessa Dager, presidenta de la Junta Directiva de Pro Mujer: “Para que más mujeres lleguen a los espacios de poder, primero debemos entender que no se trata solo de abrir la puerta, sino de sostenerla abierta mientras otras entran. Desde mi experiencia, llegar requiere carácter, pero permanecer exige convicción diaria.”
Ese equilibrio constante entre vida personal y profesional, entre exigencia interna y barreras externas, es una realidad que enfrentan miles de mujeres líderes. Por eso, el liderazgo femenino no se impone ni replica modelos tradicionales: se construye con voz propia, con alianzas y con propósito colectivo.
Erika Vargas, directora de Relaciones Comunitarias para América Latina en UPS Foundation, lo resume así: “Toda mi vida he arrebatado a la desigualdad.” Esa actitud de arrebatar, de desafiar lo establecido y tomar lo que históricamente ha sido negado, define una nueva forma de ejercer el poder: una que incluye, que transforma y que inspira.
Como recuerda Argelia Londoño, subdirectora ejecutiva del Fondo Mujer Libre y Productiva de Colombia: “Una mujer nunca crece sola. Cuando una se empodera de su vida, tiene un efecto multiplicador.”
Lamentablemente, para que más mujeres accedan a posiciones de liderazgo, no basta con generar oportunidades si no abordamos una de las principales barreras estructurales: la economía del cuidado.
Las mujeres siguen realizando 2,5 veces más trabajo de cuidados no remunerado que los hombres (ONU Mujeres). Cuidan hijos, personas mayores, personas con discapacidad, muchas veces de manera invisible y sin reconocimiento económico o social.
La falta de políticas públicas, empresariales y comunitarias que promuevan la corresponsabilidad del cuidado perpetúa esta desigualdad. María Elena Gallego subraya que las expectativas sociales todavía imponen a las mujeres la responsabilidad principal de equilibrar vida laboral y familiar, lo que limita su disponibilidad para ocupar roles de liderazgo sin sacrificar su bienestar.
Por eso, hablar de igualdad de género es hablar de cuidados. Se necesitan sistemas integrales de cuidado con enfoque público, privado, comunitario y territorial. Profesionalizar y remunerar a las cuidadoras, generar empleo de calidad en este sector y diseñar políticas que reconozcan el valor económico del cuidado son pasos clave.
Desde ONU Mujeres y CEPAL se estima que América Latina necesitará 30 millones de cuidadoras adicionales en las próximas décadas. No se trata solo de cubrir una necesidad creciente, sino de transformar el cuidado en un motor de inclusión, desarrollo y justicia social.
El enfoque de género, el liderazgo transformador de las mujeres y la inversión de impacto no son solo apuestas éticas: son estrategias clave para acelerar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y construir un futuro más justo e inclusivo. Cada mujer que lidera con propósito abre puertas, genera impacto y multiplica oportunidades.
Como afirmó el Secretario General de la ONU, António Guterres: “Cuando una mujer avanza, avanzamos todos”, premisa bajo la que se rige Pro Mujer hace más de 35 años. Frente al avance del retroceso, es momento de sostener el compromiso, multiplicar alianzas y garantizar que la igualdad sea una realidad para todas, en todas partes.

