Históricamente, las estadísticas han sido ciegas al género. Las mujeres—especialmente aquellas en condiciones de vulnerabilidad—y sus realidades se mantuvieron invisibles en los datos que sustentaban decisiones públicas, privadas y financieras. Hoy, sabemos que lo que se mide, se puede gestionar; por ello, incorporar una perspectiva de género interseccional en la generación y análisis de datos es crucial para revelar brechas, diseñar políticas inclusivas y canalizar recursos con mayor precisión.
En este sentido, uno de los espacios más valiosos del foro GLI Latam 2025 fue la sesión “Datos que Transforman: Métricas de Género para Decisiones con Impacto”, que contó con la representación de diferentes sectores para explorar cómo construir evidencia que transforme políticas, recursos e intervenciones en resultados tangibles para la igualdad.
Medir para cerrar brechas estructurales
La medición no es un fin en sí mismo. Incorporar la perspectiva de género en los datos permite no sólo visibilizar las desigualdades, sino también diseñar soluciones que respondan a esa realidad. Graciela Márquez, presidenta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), lo explicó con claridad: “Tenemos los instrumentos. México es pionero a nivel global en encuestas como la de uso de tiempo y el sistema de cuidados. Lo que nos falta no son datos, sino voluntad para usarlos estratégicamente.”
Como organismo autónomo encargado de recopilar, procesar y difundir información sobre la situación demográfica, social, económica y ambiental de México, el INEGI cuenta con más de 78 programas estadísticos que desagregan información por sexo y permiten analizar dimensiones clave como empleo, ingresos, salud financiera, violencia o diversidad sexual. Por primera vez en su historia, el instituto es liderado por una mujer.
Desde un punto de vista de la sociedad civil, Fernanda García, Directora de Sociedad Incluyente en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), explicó cómo la evidencia ha permitido desmantelar narrativas limitantes y respaldar cambios concretos. “Nos decían que las mujeres no aspiraban a liderar. Entonces las encuestamos, y los datos mostraron lo contrario.” Hoy, esa información ha sustentado iniciativas legislativas a nivel federal y estatal, y ha servido para evidenciar que muchas empresas aún carecen de mecanismos efectivos para cerrar brechas.
En el sector privado, esa desconexión entre percepción y realidad también es evidente. Macarena Botta, cofundadora y CEO de BRAVA, firma consultora de género, compartió su experiencia trabajando con empresas en América Latina que inicialmente niegan tener problemas de desigualdad. “Nos decían: ‘eso aquí no pasa’. Pero cuando desagregamos los datos por género, edad o nivel jerárquico, emergen otras realidades.” BRAVA ha desarrollado herramientas de diagnóstico que permiten identificar estas brechas y diseñar, en conjunto con las organizaciones, planes de acción anuales que se implementan y acompañan desde adentro.
Para Botta, lo fundamental no es solo medir, sino actuar. “El dato mata el relato, pero si ese informe se queda guardado en un cajón y no hay acción, nuestro trabajo no está hecho.” Por eso su enfoque no se limita a entregar reportes visuales, sino a traducir los hallazgos en cambios concretos en clima organizacional, políticas internas y estrategias de liderazgo. En su experiencia, este trabajo técnico y sensible ayuda a que las empresas comprendan que invertir en igualdad no solo es lo correcto: también es buen negocio.
Confianza, rigor y acción: la política del dato
Uno de los grandes aportes del panel fue la reivindicación del dato como herramienta política. No solo por su potencial para incidir en decisiones institucionales, sino por su capacidad de generar confianza entre quienes lo entregan y quienes lo usan.
Márquez fue clara al respecto: “Los datos del INEGI no se bajan de internet: los genera la ciudadanía. Tocamos la puerta de los hogares y de las empresas, y las personas nos responden con confianza. Nuestro compromiso es cuidar esa información con el máximo rigor técnico y confidencialidad.” Esa confianza es, para Márquez, el principio y el fin de la labor estadística.
Botta coincidió: crear espacios seguros para levantar información de calidad es esencial. En BRAVA, explicó, las encuestas son anónimas y se complementan con preguntas abiertas que permiten recoger percepciones, miedos y experiencias que no emergen de preguntas cerradas. “Ahí aparecen cosas que de otra manera no obtendríamos. El reto no es solo tener datos, sino generar espacios seguros.”
El panel también puso sobre la mesa un tema urgente: la proliferación de datos sin contexto, metodología ni verificación. García advirtió que muchos indicadores circulan sin que se comprenda su origen ni su validez: “Es clave preguntar de dónde vienen los datos, qué representan, con qué metodología se generaron y para qué tipo de decisiones pueden usarse.”
Ante la aceleración tecnológica y la popularización de herramientas como la inteligencia artificial, las panelistas coincidieron en la necesidad de formar nuevas generaciones con pensamiento crítico y alfabetización estadística. “Los datos son para transformar, no para decorar presentaciones”, afirmó Botta.
De la evidencia a la transformación
Para que los datos realmente transformen, hace falta voluntad política, presupuestos con enfoque de género y una narrativa que no se quede en el diagnóstico. García fue tajante: “Estamos en un punto donde ya no basta con medir. El gran reto es implementar.”
Desde el IMCO, han identificado que muchas empresas cuentan con declaraciones de compromiso en igualdad de género, pero carecen de acciones concretas. “La mayoría de las políticas que revisamos son simbólicas. Solo el uno por ciento está enfocado en medición, y otro tanto en transparencia. Necesitamos pasar del discurso a la acción.”
Botta coincidió en la urgencia de avanzar: “Ya sabemos cuáles son las brechas. Las vivimos todos los días. Ahora tenemos que preguntarnos qué vamos a hacer para cambiarlas.” En BRAVA están colaborando con el gobierno uruguayo y CAF en el diseño de un Plan Nacional de Género basado en evidencia.
En ese sentido, Márquez cerró con un llamado a profundizar el análisis interseccional. “No basta con desagregar por sexo. Necesitamos visibilizar las desigualdades que enfrentan las mujeres en toda su diversidad: por etnicidad, discapacidad, orientación sexual, condición socioeconómica y región.” Para ello, destacó, hacen falta instrumentos más finos, pero también voluntad para mirar más allá del promedio.
Porque si bien los datos no cambian el mundo por sí solos, pueden ser el punto de partida para imaginarlo distinto. Como recordó Botta: “Cada una y cada uno de nosotros puede hacer algo desde donde está. El cambio no es de unas pocas instituciones, es una tarea colectiva.”

