En América Latina y el Caribe, 4 de cada 10 mujeres no están conectadas a internet o no pueden costear una conectividad efectiva. Más que una brecha de acceso, esto representa una brecha de oportunidades: sin conectividad, el acceso a educación, salud, financiamiento, redes de apoyo y participación económica de las mujeres se vuelve limitado o inexistente.
Pero las barreras no son solo de infraestructura o costo. Muchas mujeres enfrentan riesgos como el acoso, la extorsión, la vigilancia o la exposición de datos personales que hacen de los entornos digitales lugares inseguros. Como advirtió Rosana Barroso, Presidenta de Fundación LEA: “Hay un lado B de las tecnologías, y las principales víctimas de ese lado B, por lo general, somos las mujeres.”
Además, las brechas de uso también son significativas. Ledénika Mackensie, investigadora de la UNAM, explicó: “Muchas mujeres no saben cómo utilizar las herramientas digitales, lo que limita su capacidad de participar plenamente en el entorno digital.”
Frente a este panorama, la transformación digital que está reconfigurando nuestras economías y sociedades no puede dejar fuera a la mitad de la población. La equidad digital es una condición necesaria para la justicia social y el desarrollo sostenible, y requiere una acción decidida: desde políticas públicas que garanticen la conectividad y la alfabetización con enfoque de derechos, hasta plataformas diseñadas para ser accesibles, seguras y útiles para mujeres diversas.
Ivonne Plasencia, Coordinadora Nacional del programa Mujer Digital de Junior Achievement México, lo planteó con claridad: “El uso responsable, el pensamiento crítico, y saber que cuando aceptamos cookies estamos entregando nuestros datos… todo eso se tiene que enseñar. Prevenir es educar.”
Este llamado a la acción se reforzó durante el Foro GLI Latam 2025, donde se insistió en que la inclusión digital no puede tratarse solo como un ejercicio de ampliación de cobertura sin considerar las barreras estructurales que enfrentan las mujeres. Desde la falta de tiempo—por la sobrecarga de trabajo de cuidados no remunerado—hasta la inseguridad digital o los sesgos de género que reproducen los algoritmos, el enfoque debe estar en crear soluciones que partan del conocimiento de quiénes son las usuarias, cómo viven y qué necesitan.
Como señaló Isabel Berdeja, Oficial de Género, Diversidad e Inclusión en BID Invest: “Cuando la tecnología no se diseña centrada en el usuario, pensando en las necesidades diferenciadas que tiene una mujer o algún otro grupo vulnerable, no estamos necesariamente resolviendo el punto de dolor.”
El desafío no está solo en conectar más dispositivos, sino en construir experiencias digitales accesibles, seguras y útiles para mujeres diversas. Eso implica traducir la inclusión digital en autonomía: en capacidad de emprender, decidir, movilizarse y construir sus propios futuros.
Cerrar la brecha también es una oportunidad económica
Las mujeres están subrepresentadas en carreras CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en al menos 16 países de la región. Menos del 50% de las personas graduadas en TIC e ingeniería entre 2002 y 2017 fueron mujeres. Esta exclusión parte de estereotipos de género que reduce el rol de las mujeres a trabajos de cuidado y limita la capacidad de innovación de nuestros países.
Rafael Garza Medrano, Director General de inDrive México, lo expresó así: “Nosotros en InDrive conocemos como injusticia lo que muchos llaman barreras. […] Naces mujer y es como, bueno, ya no tienes acceso al 97% del capital de riesgo inmediatamente. […] Cuando tú tienes acceso a tecnología de manera justa, transparente y honesta, las injusticias o barreras se eliminan fácilmente.”
Y la data lo comprueba: los equipos de trabajo con liderazgos más equitativos tienen un 39% más de probabilidades de superar financieramente a sus contrapartes. Cerrar la brecha no es solo garantizar igualdad, es también fortalecer el desarrollo económico. Para lograrlo, es indispensable invertir en el talento, la capacitación y las herramientas que permitan a más mujeres participar activamente en la transformación digital—ya sea liderando negocios sostenibles, fundando startups o desarrollando soluciones tecnológicas desde sus comunidades.
Diseñar tecnologías para la inclusión implica reconocer que muchas mujeres enfrentan barreras que van más allá del acceso físico o económico. Implica entender sus trayectos de vida, sus necesidades concretas, y los desafíos que enfrentan al interactuar con plataformas que no siempre fueron pensadas para ellas.
Adriana Prieto, Gerente de Sustentabilidad de Mercado Pago, subrayó: “La tecnología es un catalizador para reducir brechas de género porque da acceso a oportunidades, a recursos, a educación, a comunidad. Pero tiene que ir acompañada de colaboración y análisis de datos con enfoque inclusivo.”
Una agenda digital con enfoque de género es una agenda de futuro
La tecnología no es neutra. Puede reproducir desigualdades o eliminarlas. El camino hacia la equidad digital con enfoque de género requiere soluciones multisectoriales; financiamiento con perspectiva de impacto social; y desarrollo de habilidades de mujeres y niñas en campos CTIM.
Carmen Correa, CEO de Pro Mujer, concluyó: “Todos y todas nos llevamos la responsabilidad de ser vigilantes de que esa tecnología realmente acorte las brechas y no las amplíe.”

