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GlaxoSmithKline y Pro Mujer: Creando la Diferencia una Voluntaria a la Vez

23 agosto, 2011

Español, Voices from the Field, Volunteer & Donor Stories

Por Kerry Murphy, Supervisora de Ventas y Voluntaria de PULSE (Junio – Diciembre 2010)

La primera vez que escuché a Andrew Witty, Director Ejecutivo de GSK, hablar de la iniciativa PULSE, sabía que quería participar.  Estaba consciente del apoyo que GSK ofrece a los países en desarrollo y pensé que esta era mi oportunidad de ser parte de este trabajo.  Desde entonces, Andrew ha dicho que GSK ha estado enviando donaciones monetarias y productos a organizaciones sin fines de lucro y no gubernamentales durante bastante tiempo. Sin embargo, a través de “Pulse” ahora también GSK envía nuestro recurso más valioso: nuestra gente.  Hasta ahora, “Pulse” ha enviado a cerca de 200 empleados de 26 diferentes países a trabajar con 58 organizaciones sin fines de lucro y con 39 organizaciones no gubernamentales.

La ciudad de La Paz desde El Alto

Como la mayoría de los voluntarios de “Pulse”, escogí un proyecto internacional de seis meses. Fui a La Paz, Bolivia, para trabajar con Pro Mujer, una organización internacional, sin fines de lucro de desarrollo y microfinanzas para las mujeres con los mejores colegas que he conocido. Mientras trabajaba en Pro Mujer, mi papel era de evaluar como la organización compra, distribuye, almacena y vende sus medicamentos a 65 clínicas de salud a través del país. Además de los servicios financieros que ofrece a las mujeres en las comunidades empobrecidas en América Latina, Pro Mujer también proporciona acceso a servicios de atención médica primarios de alta calidad, a bajo costo, así como capacitación en  negocios, empoderamiento y educación preventiva de la salud. Luego ayude a desarrollar un sistema más eficiente de compra, almacenamiento, ventas y seguimiento para los medicamentos. A final de cuentas,  viví la misión de GSK de “hacer más, sentirse mejor, vivir más” al ayudar a mujeres y niños en Bolivia para recuperarse de cualquier enfermedad lo más rápido posible para que puedan volver a sus vidas cotidianas trabajando y generando el sustento para ellas y sus familias.

Me mudé a La Paz, una ciudad que se encuentra a más de 14,000 pies, el 18 de junio de 2010. Es una experiencia surrealista descender a La Paz desde el aeropuerto que está situado en El Alto.  La Paz es una ciudad en forma de un bol con edificios de apartamentos y taxis al igual que cualquier otra ciudad estadounidense.  Sin embargo, existen grandes diferencias culturales.  Acostumbrarme a todo tomó tiempo: la altitud, el clima (llegué en pleno invierno), la comida, el transporte y ‘Bolivianismos’ en general.  Un ‘Bolivianismo’ es el saludo ritual en Bolivia.  Trabajé en un área abierta con cubículos con cerca de 12 personas. El saludo ritual es un beso en la mejilla.  Es un hermoso saludo, aunque algunos días me sentía un poco extraña besando a 12 personas. ¿He mencionado que los besos son cada mañana para decir hola y cada tarde para decir adiós?

En camino al trabajo en una motocicleta en Riberalta

Uno aprende mucho de sí mismo cuando se encuentra en un nuevo ambiente. Volví al área de Los Angeles, California en diciembre del 2010. Aunque estoy contenta de haber regresado, me siento distinta. Ahora aprecio con mayor plenitud todo lo que tenemos aquí y trato de mantener esto en mente todos los días. Con una visión global, espero traer una perspectiva diferente a mi trabajo en GSK y a mis interacciones personales con amigos, familiares y extraños.  Estoy eternamente agradecida a GSK y a Pro Mujer por apoyar un programa como “Pulse” y por la oportunidad de desarrollo personal y profesional que ofrece a gente como yo.

Otra imagen de La Paz mostrando mi edificio (a la izquierda)

A menudo la gente me pregunta, “¿qué  fue lo que más te ayudo a acostumbrarte a tu vida en La Paz”?  Siempre respondo que mi sentido del humor me ayudó a sobrellevar conversaciones torpes, malentendidos o total confusión.  Aprendí a disfrutar y apreciar mis amigos y la comunidad que había creado. Ahora, echo de menos todo lo que hizo a La Paz tan especial–mi cubículo, colgar mi ropa para secar, compartir un minibús con extraños camino al trabajo, beber refresco o jugo con cada comida y por supuesto–el saludo  con besos.